Cartones
Allá por los noventa y tantos viví un par de años en Córdoba. Con la excusa de estudiar, me escapé de mi ciudad y de miles de incertidumbres.
Casi como una suerte de destino inducido, terminé luego de poco mas de un año de historias corridas, viviendo en una plaza.
No logro recordar el nombre pero si alguno conoce es una plaza bastante gigante que está sobre la cañada y a pocos metros de San Juan.
Fue no mucho mas de seis meses. Un invierno duro y una primavera lluviosa.
Claro, en realidad es fácil vivir en una plaza por elección y teniendo como backup la posibilidad de volver a casa, a la cama lista y la comida caliente.
Pero en esos momentos era quizás la decisión menos compleja. Vivir bajo cartones y tratar de entender y solucionar un montón de cosas. De ese montón todavía hay una pila interesante sin resolver.
En ese tiempo conocí mucha gente. Como decirlo, conviví con personas alrededor de un fuego. Una especie de tribu primaria en el centro de una gran ciudad. Todas las noches, durante todo ese tiempo tuve la suerte de escuchar mil historias. Un profesor académico de historia harto del no sentido. Un excombatiente pleno de sonrisas y optimismo. Un mujer golpeada y maltratada durante toda una vida, que decide es mejor vivir sin nada que vivir siempre a punto de morir.
Con voces chiquitas, de esas que susurran verdades. Sin nombres todos sin nombres pero con corazones, increíbles corazones capaces de brindar milagros a destajo.
En ese círculo humano, ahí empecé a encontrar la puntita para el camino de vuelta. Encontré éticas y valores que hasta ahí eran de libro.
Bajo tres cartones, tomando del vino mas barato, alimentado a latas y huevos, empecé a ser humano.
Después, después pasaron mas cosas. De las feas y de las otras. Pero esa plaza, con sus pechos abiertos fueron y son el comienzo de este intento.
Cuando decidí volver a mi ciudad, un poco mas sano de lo que había partido, saludé en una atragantada despedida a cada uno de mis amigos y compañeros de vida. Y no pude evitar llorar. No por ellos, por mí.
Casi como una suerte de destino inducido, terminé luego de poco mas de un año de historias corridas, viviendo en una plaza.
No logro recordar el nombre pero si alguno conoce es una plaza bastante gigante que está sobre la cañada y a pocos metros de San Juan.
Fue no mucho mas de seis meses. Un invierno duro y una primavera lluviosa.
Claro, en realidad es fácil vivir en una plaza por elección y teniendo como backup la posibilidad de volver a casa, a la cama lista y la comida caliente.
Pero en esos momentos era quizás la decisión menos compleja. Vivir bajo cartones y tratar de entender y solucionar un montón de cosas. De ese montón todavía hay una pila interesante sin resolver.
En ese tiempo conocí mucha gente. Como decirlo, conviví con personas alrededor de un fuego. Una especie de tribu primaria en el centro de una gran ciudad. Todas las noches, durante todo ese tiempo tuve la suerte de escuchar mil historias. Un profesor académico de historia harto del no sentido. Un excombatiente pleno de sonrisas y optimismo. Un mujer golpeada y maltratada durante toda una vida, que decide es mejor vivir sin nada que vivir siempre a punto de morir.
Con voces chiquitas, de esas que susurran verdades. Sin nombres todos sin nombres pero con corazones, increíbles corazones capaces de brindar milagros a destajo.
En ese círculo humano, ahí empecé a encontrar la puntita para el camino de vuelta. Encontré éticas y valores que hasta ahí eran de libro.
Bajo tres cartones, tomando del vino mas barato, alimentado a latas y huevos, empecé a ser humano.
Después, después pasaron mas cosas. De las feas y de las otras. Pero esa plaza, con sus pechos abiertos fueron y son el comienzo de este intento.
Cuando decidí volver a mi ciudad, un poco mas sano de lo que había partido, saludé en una atragantada despedida a cada uno de mis amigos y compañeros de vida. Y no pude evitar llorar. No por ellos, por mí.
Comentarios
Lindo relato, muy lindo.
Besos
Creo que todos en definitiva en este mundo tratamos de encontrar muchas respuestas,y como medio,acudimos a distintas herramientas en esa "exploración".
...y está más que bueno si esa experiencia te sirvió para descolgar y autodescubrirte.
saludos javi
Si fue una experiencia real, que hayas sabido leerla e interpretarla así, habla de una gran sensibilidad en vos, que no se encuentra en el común de la gente. Y si llegara a ser un texto ficcional -no creo, pero a veces sucede-, el objetivo del texto creo que está de sobra cumplido.
Las últimas cinco palabas funcionan como resumen perfecto de todo lo anterior.
De cualquier modo, tenés muy buena mano... Estuve leyendo varias cosas y no sé, me da por un lado una paz y por otro estertores originados por las similaritudes...
Saludos
Leticia (la del set list de Pearl Jam... tatuaje incluido)
Soy un queso.
SALUDOS CAROLINA FROM PLAZA ESPAÑA!
CBA. CAPITAL.
en fin... durisima tu historia. que bueno que te haya servido para volver.